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Mascotas y niños: una convivencia a enseñar

Los niños también deben ser educados

Los niños también deben
ser educados

Los
chicos también deben ser educados para actuar apropiadamente con sus mascotas,
sobre todo en el tiempo en que comienzan a arrastrarse, a gatear, y a caminar,
pues es allí cuando suelen investigar todo lo que se encuentra a su alrededor,
incluyendo los mismos animales, así como sus juguetes, tazones de alimento o
agua, y cuchas (y el arenero en el caso de los gatos), todo lo cual los puede
hacer sentir al animal como si estuvieran perdiendo el territorio.

Pero
además, los niños pequeños no tienen ni noción del dolor que podrían
infligir al animal si los muerden, se suben, los patean, aprietan, golpean,
pellizcan, tuercen o estiran varias partes de sus cuerpos. De hecho, un niño
podría llegar a levantar y tirar a un animal liviano, el cual podría no ser
los suficientemente rápido como para evitarlo.

Muchos
chicos se divierten despertando a un perro o gato que duerme, gritando en su
oreja, o trepándose al mismo, sin darle ni un segundo de paz, por lo que es
sencillo comprender cuales son algunas de las razones por la que un perro podría
tener una conducta agresiva frente al mismo. También los amigos de sus hijos
deben ser controlados cuando están cerca de la mascota en cuestión.

Por
eso, bajo una supervisión adulta, los niños deben ser educados sobre cómo
tratar a los perros y/o gatos de la casa. Los niños deben aprender que los
animales no son juguetes, y que viven como seres que pueden experimentar dolor.

No
es suficiente con decirle lo que no deberían hacer, sino que además deben ser
fuertemente educados para reemplazar alguna conducta inaceptable por caricias y
mimos hacia el animal.

En
este sentido, se les debe mostrar que partes del cuerpo del animal pueden ser
tocadas, así como la forma de acariciarlos suavemente. Enséñeles a no
molestar a un animal mientras descansa, duerme, come, o juega con un hueso o
juguete. Asimismo, dígale que no debería seguir a la mascota si la misma se
escapa de ellos, es decir a no frenar a un animal que trata de estar sin nadie.

Y
además, sea claro diciéndole que su propia fuerza física y las consecuencias
de su conducta podrían ser muy malas tanto para el animal como para él mismo.

A
veces, jugar a intercambiar roles puede ser muy útil. Un chico puede fingir ser
un perro o gato mientras un adulto imita al niño. Si su chico es poco
cooperativo, puede ser mejor mantener al animal separado hasta que el niño
demuestre más madurez y autocontrol.

Por
más doloroso que resulte, puede ser necesario, y verdaderamente humano, colocar
a su animal temporal o permanentemente en otro hogar. Ningún animal debe ser
hecho sufrir innecesariamente, y de hecho cada mascota tiene límites a su
propia tolerancia, e incluso los más mansos, seguramente, tendrán un punto de
ruptura. Pero además es injusto que permita que su niño acose continuamente a
su amado animal.

Reevaluando
las razones para adoptar a una mascota

Los
padres de púberes o adolescentes que aún no tengan un animal, pero estén
considerando en adquirir una mascota para enseñarles a sus hijos a ser
responsables del cuidado de un prójimo, deben evaluar seriamente y reconsiderar
sus motivos.

De
hecho, sus razones deben ser verdaderamente prácticas, pues la mayoría de las
veces el cuidado del animal recae sobre los hombros de los padres, y no sólo
que los chicos no aprenden el objeto de cuidar a otro, sino que además los
mismos adultos deben hacerse cargo de todas las cargas que estas mascotas podrían
representar.

Algunos adultos, consideran
muy educativo para sus hijos el hecho de tener una mascota que les haga compañía,
pero se debe saber que este beneficio que puede proporcionar la mascota, debe
ser en realidad recíproco, sobre todo cuidando de que la misma no se embarace,
-es decir castrándola antes de su madurez sexual-, o en todo caso a su misma cría,
si es que se desea que procree.