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¿Qué pasa cuando la religión entra de golpe en la familia?

En épocas de crisis, personales, familiares o sociales, la religión pasa a ser una parte fundamental en las vidas de muchas personas. Sin embargo, los conflictos familiares no están ausentes, ya que se trata de incorporar antiguos valores a modernas rutinas de vida. En esta nota, algunas claves para entender este fenómeno.


El
siglo veintiuno encuentra a muchas familias buscando un retorno a las fuentes, a
causa de los crecientes problemas que se encuentran en el mundo exterior.
Incluso, muchos jóvenes se han convertido en el sueño de muchas madres
conservadoras, al adoptar la religión y ser incluso más observantes que sus
padres mismos.

En
efecto, a menudo cuando los padres mandan a sus hijos a escuelas religiosas,
los mismos se convierten en seres más creyentes que cuando entraron, por lo que
las tradiciones de la familia se alteran y cambian inevitablemente, para todos
sus integrantes.


Por cierto que estos radicales cambios no están exentos de conflictos, los
cuales surgen al intentar incorporar antiguos valores con los modernos estilos
de vida. En muchas familias judías, por ejemplo, se ha prohibido el uso del
coche y el teléfono celular durante el Shabat (sábado), alterando costumbres
occidentales arraigadas desde hace mucho tiempo, lo cual genera sin dudas
algunos choques entre los diferentes miembros de la familia.


Aunque menos común, el escenario inverso también coloca a muchas familias en un
importante desafío: los padres, ya libres de sus obligaciones de criar a algunos
de sus hijos mayores, “descubren” la religión para llenar el nuevo vacío de sus
vidas, a menudo dividiendo a la familia entre aquellos que mantienen la “vieja”
estructura y los que buscan un nuevo sendero para sus vidas.


Por cierto que en ambos casos –tanto a causa de los hijos como a causa de los
padres- la situación de incorporar antiguos valores a nuevas rutinas de vida,
resulta difícil y chocante, ya que existe una cierta estructura social en la
familia que no se puede modificar de un día para el otro. Si los hijos suelen
salir al cine con amigos los viernes por la noche o dormir hasta tarde los
domingos, no será fácil que,
repentinamente, modifiquen sus hábitos.

En
efecto, cuando ciertas estructuras sociales que comprenden a toda una familia se
deben reorganizar, es inevitable que se experimente un período de choques y
divergencias. No es fácil para una hija occidental aceptar las órdenes -por
parte de su madre recién convertida a la ortodoxia religiosa- de evitar los shorts para ir a correr, pero
tampoco lo es para una madre que sus hijos descrean de valores a los que ella
entrega su vida.


Salvando las distancias

Con todo, a pesar de su falta de observancias, muchos hijos adultos se dan
cuenta de que es bastante tonto romper con ciertas tradiciones familiares, como
la celebración de la Navidad, ya que ello es algo que se ha estado haciendo
desde hace mucho tiempo, y forma parte de la rutina familiar. Así, aunque no
compartan las creencias de sus padres, estos jóvenes pueden respetarlas,
tratando de no borrar toda una historia que por cierto los incluye.


Por otro lado, la mayor parte de los nuevos observantes tampoco buscan regresar
a la antigüedad, y saben como cumplir la observancia para mantener su religión
y espiritualidad, sin necesidad de llegar a un extremo.


Un
elemento que puede generar cierta confusión entre los hijos, son las
divergencias entre lo que han aprendido en sus clases de religión y lo que les
transmiten sus padres, tal vez más cercano a las viejas costumbres. Sin embargo,
aunque los hijos descubran la religión en su faceta "moderna", y los padres se
inclinen por la ortodoxia, ambas caras de la moneda podrían ser muy bien
complementadas para que las dos partes puedan aprender más sobre su propia
religión.


Según los especialistas, los conflictos religiosos no son muy diferente de otras
clases de divergencias morales y de valores que existen previamente en el hogar.
No sólo se trata de diferentes lógicas, sino de sistemas diferentes de
creencias.
Si una familia tiene diferencias sobre cómo manejar el dinero, podrían
surgir seguramente la misma clase de fricciones en otros ámbitos, por lo que no se debe
asociar linealmente la conflictividad en el seno una familia con los diversos valores y creencias
religiosas.

Pero existe algo particular en la observancia
religiosa que, para muchas
familias, es un punto de conflicto. Si bien casi todas las personas mencionan la
necesidad de llegar a un acuerdo, algunos casos extremos sostienen
inflexiblemente que el acuerdo sólo puede ser logrado mediante la total sumisión
a sus conceptos. Esto suele suceder en el caso de la ortodoxia estricta, donde no
hay mucho para negociar. “Las cosas deben ser a mi manera, no hay intermedios”.
Eso, sin dudas, es un problema que puede generar una ruptura.


Y
a veces, los conflictos familiares con respecto a la observancia religiosa son
más profundos de lo que aparentan. De hecho, en varias
oportunidades la religión funciona como una pantalla para cubrir otras
divisiones graves en una familia. Si la familia no tiene una relación saludable,
es posible que su forma de expresarlo sea a través de este tipo de divergencias.


Pero salvando estos casos, como con cualquier asunto de
familia la mayoría de
las situaciones se pueden solucionar con el diálogo. Si los padres aceptan no
vivir en un ghetto en pleno siglo veintiuno, y los hijos aprenden a respetar
ciertos valores de sus padres, es posible que se pueda llegar a un acuerdo que
contemple ambas cosmovisiones.


Por cierto que muchas veces ésta no es una tarea fácil, especialmente cuando los
miembros de de la familia se nuclean con mucha gente que no comparte sus
estrictas creencias. La clave, afirman los especialistas, es respetarse
mutuamente, cediendo en lo que se pueda, y conservando las convicciones propias
en lo que se crea innegociable.


Si
bien muchas personas afirman que se sentirían definitivamente mucho más cómodas
si toda su familia tuviera una misma creencia, ello no significa que las mismas
no sean parte de una familia, en donde se deben respetar las creencias de todos
sus miembros.

Todas las familias tienen asuntos por tratar. Muchos de ellos son verdaderamente
conflictivos, pero la religión, sin fundamentalismos, no tiene por qué serlo, ya
que es algo positivo para quienes creen en ella. Y aunque otros no escojan ese
sendero para sus vidas, deben saber que puede ser muy beneficioso en la de su
prójimo.

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