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Agenda completa vs. Tiempo Libre: ¿qué es mejor para los niños?

¿Qué pasa cuando a nuestros hijos, por causa de sus muchas actividades, no les queda tiempo para ser chicos, para jugar y divertirse? ¿Qué consecuencias puede tener? ¿Cómo hacer que ellos, y toda la familia, dejen de correr de un lado a otro y puedan hacer sus actividades con mas calma?

Uno
de los grandes males que parecen afectar cada vez más a las familias modernas,
especialmente en su versión más común conocida como familia nuclear (esto es,
el grupo familiar constituido exclusivamente por la madre, el padre y los
hijos), es el movimiento permanente, la necesidad de estar realizando
actividades la mayor parte del tiempo, en lugares y tiempos disímiles, lo cual
mantiene a uno o varios miembros de la familia yendo de aquí para allá,
corriendo de una punta a otra de la ciudad, para llevar al menor a jugar al
fútbol en el club, a la mayor a estudiar inglés, y otras actividades por el
estilo.

Siempre
sin poder detenerse -ni la persona que se encarga de ir de aquí para
allá ni quienes realizan las actividades- a pensar
y a encontrar un crecimiento que va más allá de estas actividades externas.

Todos
hemos tenido uno de esos días en que no parece haber tiempo ni para detenerse a
pensar cuál es el camino que nos conviene tomar para llegar más rápido con el
auto. 

Es más, es muy probable que no
sólo hayamos tenido uno de esos días, sino
que los tengamos con cierta asiduidad, muchas veces una o dos veces a la
semana, especialmente si tanto la madre como el padre trabajan fuera de casa y
a las múltiples actividades a las que tienen que llevar a sus hijos se agrega
todo el tiempo que deben dedicarle a sus respectivos trabajos y a viajar de
aquí para allá. 

Los lugares que hay que visitar son tantos y tan variados que lo
único que podemos hacer cuando pasamos por casa es decirle a nuestros hijos que
agarren sus cosas y corran al auto. No hay siquiera tiempo para tomar un café o
comer algo.

Ahora
bien, es cierto que las actividades que nuestros hijos realizan son importantes
para su desarrollo, así como que también es más que seguro que las disfrutan
ampliamente. Pero muchas veces el exceso de actividad puede ser un problema en
sí mismo, más allá de los largos y molestos viajes, las corridas y de lo
ajustado que se vuelve nuestro horario.

Porque
el niño (y, en realidad, el no tan niño también) necesita de tener una buena
cantidad de tiempo libre por día, de tiempo que pueda usar para jugar y
ejercitar su imaginación. Esto también es una forma de crecimiento en lo espiritual,
en lo físico y en lo intelectual.

Sin
embargo, este tiempo libre suele verse muy acortado por los apretados horarios
con los que suelen contar. Es decir, si el chico tiene que ir al colegio, luego
a estudiar idiomas y luego juega al fútbol en un club (donde tiene que estar
presente en un momento determinado y durante una cantidad de tiempo
determinada, sin libertad de acción), no es probable que le quede mucho tiempo
para la libertad de jugar a lo que quiera y de utilizar libremente la imaginación.
Porque a eso hay que agregarle los viajes en auto de un lado al otro.

Entonces,
de lo que debemos preocuparnos no es de evitar estas actividades que sirven
para formar a nuestros hijos, pero sí de ser capaces de organizarlas de tal
forma que no ocupen toda su vida. 

Nunca deben ser más importantes que sus
momentos libres. En todo caso, deben estar en un mismo nivel. Todo tiene su
tiempo y todo tiene su lugar. Preocuparnos por encontrar este equilibrio es, en
más de una forma, preocuparnos por la salud física y mental de nuestros hijos. 

Si
nos
estamos preguntando si la agenda de nuestros hijos esta demasiado llena y si no
los estaremos sobre-exigiendo, es muy probable que ya lo estemos haciendo.

Debemos parar y pensar,
bajar nuestro propio ritmo (que probablemente está un poco acelerado, también)
y, yendo un poco más despacio, analizar qué consecuencias puede llegar a tener
el ritmo de vida al que estamos sometiendo a nuestros hijos.